viernes, 6 de noviembre de 2009

VESTIGIOS DE LA HOGUERA DE LOS SENTIMIENTOS


Poseía una extraña costumbre de escribir cartas.
Era asombroso verlo escribir y escribir, siempre refiriéndose a alguien. Jamás se supo a quien iban dirigidas – si así se le puede decir–  pues nunca las enviaba. Por lo menos de la forma convencional en que se envían las cartas.
Recuerdo haberlo visto varias veces luego de haber terminado de escribir, siempre me llamo la atención, pues a veces poseía una gran sonrisa, otras veces tan emocionado que impresionaba, hasta con lágrimas que vertían de sus ojos, y otras veces – la gran mayoría–  parecía quejarse de tener que escribir lo que escribía.
Lo cierto es que una vez terminada la correspondencia, preparaba un café, se dirigía a su sillón sofá junto a la hoguera que solía estar encendida en invierno, o que solía encender en otras ocasiones, exclusivamente para el momento. Se acomodaba en su sillón, bebía unos sorbos de café y con la otra mano firme sostenía la carta que acababa de escribir, mientras la leía en voz baja. Luego de terminar de leer dicha carta, con la emoción que ameritaba la circunstancia en su rostro, proseguía a arrojarla al fuego, con la particularidad de que el humo que producía el papel en la hoguera era embolsado en una gran bolsa que se anteponía en la chimenea, como atrapando la conversación en una cárcel de polietileno, evitando que la chimenea de fuga a las frases, oraciones y el viento las reparta por ahí, con miedo tal vez, de algún destino mal logrado.
Una vez embolsados los vestigios de la carta, el anciano hacia un nudo en la bolsa y la volvía a arrojar al fuego, pero esta vez, el humo ya espeso y negro era eyectado sin ningún problema por la chimenea. Luego de terminado el acto, arrojaba los restos de su café y apagaba el fuego.
En la familia siempre aceptamos que había algún grado de locura en el abuelo, pero siempre preferimos darle asilo en vez de dejarlo a su suerte en un neuropsiquiátrico o alguno de esos lugares de antesala a la muerte, por eso jamás cuestionamos cosas que solo él entendía. Pero hace dos meses, luego de su muerte, hay días en los que encendemos la hoguera y se observa un ligero humo gris azulado que se esparce por toda la casa. Es así que en los días en los que aparece este humo, algo extraño nos ocurre y sonreímos sin ninguna razón aparente, o hay otros en los que lloramos y muchas otras ocasiones en las que nos quejamos, rezongando de cualquier cuestión sin merito alguno; del agua de la pava que se hirvió, del reloj que parece haberse quedado sin pilas, del gato que dejo los pelos en el sofá, de dolores en el dedo gordo que no existen.
Lo cierto es que los días que sonreímos somos muy felices y sentimos ganas de agradecer infinitamente a alguien, no sé porque, es lo que nos nace de adentro. Los días en los que lloramos preferimos escondernos cada uno en su habitación y evitar vernos en ese estado, pero los días en los que rezongamos sin sentido alguno nos acordamos del las cascarrabias del abuelo y de su locura.
No sé porque, pero estoy pensando en escribirle una carta, el fuego esta encendido; sus pantuflas no las encuentro y él prometió heredarlas, no soporto andar buscándolas sin hallarlas, encima este dedo gordo que parece que esta hinchado y no sé si voy a poder escribir, tengo que preparar café y si hay algo que no soporto es tener que ir a comprarlo, donde habrán quedado esas pantuflas! Y este humo que me tiene arto! , voy por una bolsa.

3 comentarios:

Impresiones de una chica despistada dijo...

Hay gente tan especial que no necesitamos entender, sino seguir o en su defecto admirar en silencio ese brillito unico que desprenden en cada suspiro de vida que nos tiran al alma..hubiera AMADO conocer a ese abuelo, a esas palabritas flotantes..y confieso, me siento identificada con la manera de largar puñados de letras al mundo pero a la vez a la nada..y la nada..acaso no es todo?..

Gaston Grenat dijo...

"...Allí no existe el tiempo, solo espacio, repleto de nada, que es todo, sin serlo aun".

"...La nada es como la arena de un gran desierto esparcido por todas partes, que no conforma un desierto pero que son el desierto en cada grano...".

Tus puñados integran los granos de arena o de letras que en esencia son la eternidad...comprenden un todo, integran la nada.

Gracias.

Unknown dijo...

Es bueno saberlo por que yo también tuve mi abuelo y el solía decir siempre el que no cuida lo ajeno nunca cuidara lo propio