La huella espera siempre que el pie encaje,
ignora en lo más profundo de su ser la posibilidad de que el talle pueda
variar, pues la definición que tiene la huella de sí misma no concibe la incongruencia.
El pie ignora por su parte a la huella, condición
que se le podría atribuir a la simple sensación de superioridad en la que se
encuentra inmerso.
Una no existe sin la otra, y viceversa… sin
embargo ambas realidades, "x" distantes de si, ignoran dicha premisa.